La implantación del embrión tiene lugar a los 7-10 días aproximadamente después de la fecundación, momento en el que el embrión emite la hormona beta-hCG, y pasa al torrente circulatorio materno. Es a partir de ese momento cuando se puede hacer la prueba. La mujer no tiene esa hormona en sangre sin estar embarazada y los test de embarazo son capaces de detectarla.
Si la ovulación se produce aproximadamente a mitad de ciclo, y es el momento de la fecundación cuando la mujer ovula, y la implantación se produce de 7 a 10 días después de la fecundación, quiere decir que antes de la primera falta de la menstruación ya hay hormona del embarazo en la sangre de la madre.
Por tanto, se puede diagnosticar precozmente un embarazo mediante un análisis de sangre materna, aproximadamente días antes de la primera falta, capaz de cuantificar la cantidad de hormona que hay en sangre.
Al día siguiente del coito no se podrá nunca detectar un embarazo porque el embrión empezaría el desarrollo antes citado, pero sin haberse implantado, de forma que sin implantación no hay embarazo positivo.
Por otra parte, el test de orina es cualitativo, y a partir de 50 unidades de beta-hCG ya dan positivo, así que dará positividad más tarde que el análisis de sangre.